La Masacre de Katyn, también conocida como la Masacre del bosque de Katyn, fue la ejecución en masa de ciudadanos polacos (muchos de ellos oficiales del ejército, hechos prisioneros de guerra) por la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial.
Historia
El 13 de Abril de 1943, Radio Berlín emitió una noticia que dio vuelta el mundo y causó gran impresión en Occidente. En las cercanías de
Smolensk, en el Bosque de Katyn, se habían encontrado 10.000 oficiales polacos asesinados por los soviéticos entre Febrero y Marzo de 1940. La
U.R.S.S. negó enérgicamente los hechos y conjunto a los Aliados Occidentales culparon al
III Reich. Sin embargo, el informe que emitió la
Cruz Roja Internacional fue contundente y no dejó lugar a dudas: los asesinatos fueron cometidos por el
Ejército Rojo.
Esto sucedió, ya que después de la
Invasión Soviética de Polonia, en donde
Stalin, procuró ocupar los territorios acordados en el
Pacto Ribbentrop-Molotov, los numerosos prisioneros polacos pasaron en calidad de detenidos a los campos de internamiento de Ostashkov, Starobielsk, Kozielsk, y otros siete más que estaban habilitados para ellos. Muchos prisioneros eran militares, pero además se encontraban activitas del nacionalismo polaco, funcionarios del gobierno y toda la élite religiosa y cultural. El gobierno soviético los consideró a todos por igual como "contrarrevoucionarios" y "rebeldes" a los gobiernos de
Ucrania y
Bielorusia Occidental. Cabe destacar además que la invasión soviética fue sin declaración previa de hostilidades, debido a la misma causa. Todos los detenidos sucumbieron bajo las balas de la
NKVD(sigla para el Comisariado del Pueblo para los Asuntos Internos; la policía secreta soviética). Fueron asesinados en total unos 22.000 polacos de los cuales, 15.000 eran militares y el resto pertenecía a la élite intelectual, cultural, política y religiosa.
Tecnología de la masacre
Hasta el 99% de los prisioneros restantes fueron asesinados posteriormente. Las personas de Kozielsk lo fueron en el lugar habitual de ejecuciones en masa de Smolensko, llamado el bosque de Katyn. Las de Starobielsk, dentro de la prisión del NKVD de Járkov y los cuerpos fueron enterrados cerca de Pyatikhatki. Los oficiales de policía de Ostashkov fueron asesinados en la prisión del NKVD de Kalinin (Tver) y enterrados en Miednoje.
Durante la vista de Dimitrii S. Tokarev, anterior jefe de la Junta del Distrito del NKVD en Kalinin, se ofreció información detallada acerca de las ejecuciones en la prisión del NKVD de Kalinin.
De acuerdo con Tokarev, los fusilamientos empezaban por la tarde y terminaban al amanecer. El primer transporte, el
4 de abril de 1940, trajo 390 personas, y los verdugos se encontraron con un trabajo duro por tener que matar a tantas personas en una sola noche. Los siguientes transportes no trajeron más de 250 personas. Las ejecuciones fueron realizadas con pistolas tipo Walther de fabricación alemana suministradas por
Moscú.
Las ejecuciones fueron metódicas. Después de revisar la información personal del condenado, éste era esposado y llevado a una celda aislada. Los sonidos de las ejecuciones eran enmascarados con máquinas ruidosas (tal vez ventiladores) durante la noche. Tras ser metida en la celda, se disparaba inmediatamente a la nuca de la víctima. Su cuerpo era sacado por la puerta de enfrente y depositado en uno de los cinco o seis vagones que esperaban, de donde era cogido el siguiente condenado. El procedimiento se desarrollaba cada noche, excepto en la fiesta del
1 de mayo.
Cerca de Smolensk, los polacos, con sus manos atadas a la espalda, eran conducidos a las fosas y matados con un tiro en la nuca.
Negar la masacre
La Unión Soviética negó sistemáticamente su participación en los hechos. Este hecho llevó al Gobierno Polaco en el Exilio en Londres a romper las relaciones diplomáticas con la U.R.S.S.; esta aprovechó para reconocer a un nuevo Gobierno en el Exilio Polaco de corte comunista (la Liga de Patriotas polacos o Z.Z.P.), con miembros como Wanda Wasilwska y Zygmunt Berling.
Recién en la década de 1990, el gobierno ruso de
Boris Yeltsin puso a disposición del gobierno polaco de
Lech Walesa la documentación que certificaba las matanzas. Cuando estos archivos fueron subidos a internet para que el Mundo pudiera verlos, la página se saturó, lo que denota, la importancia para el Mundo Occidental, de otro crimen más ocurrido por el
Comunismo.
Este hecho influye hasta ahora en las relaciones entre
Polonia y
Rusia. En noviembre del 2010 el Parlamento Ruso aprobó una resolución mediante la cual reconoce que fue
Stalin quien ordenó la matanza de Katyn.
Artículo de opinión
Historia selectiva (Katyn - In Memoriam) por Denes Martos
Uno de los mantras favoritos de los ideólogos políticamente correctos, es el de la memoria. Se nos dice que no debemos olvidar. A veces hasta se dice "ni olvido ni perdón", con lo cual la memoria se vuelve funcional a la venganza escondida bajo la toga de la justicia. Se nos dice que los pueblos deben "hacerse cargo" de su pasado; eufemismo por no decir que las actuales generaciones deben sentirse culpables por lo que hicieron las generaciones anteriores y deben pagar por lo que hicieron sus antepasados. En ocasiones literalmente y no sumas baladíes para ser precisos.
La manía de levantar monumentos a la memoria nos está denegando el derecho al olvido; un derecho que se reclama cada vez más en las redes sociales informáticas para borrar traspiés juveniles y anécdotas embarazosas pero que se considera inadmisible cuando se trata de hechos históricos.
Y hay una enorme hipocresía en todo esto porque la memoria del ser humano es siempre, necesariamente, selectiva. Ni siquiera en nuestras particulares historias personales recordamos todo. Olvidamos por de pronto lo intrascendente. Pero también a veces preferimos olvidar lo desagradable una vez que lo hemos superado. Sabemos que no tiene sentido flagelarnos con fracasos o errores una vez que los mismos ya son cosa del pasado, la lección fue aprendida y la vida ha continuado. También tenemos la tendencia a embellecer vivencias pasadas y, aunque sepamos que no es tan cierto, siempre nos queda de alguna manera la sensación de que el tiempo pasado fue mejor. Por lo menos, muchas veces lo recordamos como mejor de lo que fue.
Y es humano que así sea. Por un lado nuestra memoria tiene una capacidad limitada por lo que forzosamente debemos elegir qué guardar y qué desechar. Por el otro lado, una vez aprendida la lección y extraídas las conclusiones pertinentes, no tiene ningún sentido alimentar nuestro masoquismo cargando la mochila cotidiana con la culpa por algo que, de cualquier manera que sea, ya no tiene remedio. Olvidar es humano. Prohibirlo en cuanto a los acontecimientos históricos es convertir la Historia en inhumana. No por nada hace ya unos cuantos años Humberto Eco se preguntaba "¿Quién se acuerda de Calpurnia, la mujer de Julio César?" para agregar después: "recordarlo todo es de idiotas: no se puede recordar demasiado".
La "Memoria" que nos quieren inculcar las Historias oficiales también es necesariamente selectiva. Por de pronto, en la gran mayoría de los casos esas Historias no contienen los hechos objetivamente relevantes sino aquellos hechos que el historiador consideró relevantes. Y en no pocos casos se subrayan con trazo grueso aquellos hechos que el historiador, sea por los motivos que fueren, desearía presentar como relevantes.
Con ello, la Historia, la verdadera, queda arrumbada, repleta de historias escamoteadas que en el mejor de los casos solo conocen los eruditos y los especialistas. Y es una verdadera lástima. Porque muchas de esas historias escamoteadas encierran lecciones que haríamos bien en aprender.
Permítanme contarles una de esas historias.
En 1939 el conde Galeazzo Ciano, en ese momento Ministro de Relaciones Exteriores de Italia, fue el primero en escuchar de boca de Hitler que la Unión Soviética y Alemania estaban cerca de llegar a un acuerdo para resolver de común acuerdo los problemas de Europa Oriental. El 10 de marzo de ese mismo año la radio soviética transmitió algo casi increíble: el propio Stalin en persona pronunció un largo discurso en el cual se dedicó a tratar de demostrar con profusión de argumentos que existirían muchas similitudes entre el nacionalsocialismo alemán y el comunismo ruso. La vieja guardia bolchevique debe haberlo escuchado con la boca abierta sin animarse a dar crédito a lo que estaba oyendo.
Stalin, por supuesto, sabía perfectamente lo que estaba haciendo. Tenía ante la vista el mapa de 1795 cuando Polonia (o más exactamente la Mancomunidad Polaco-Lituana) fue literalmente borrada del mapa y su territorio repartido entre Rusia, Prusia y Austria para volver a constituirse como país internacionalmente reconocido recién después de la Primera Guerra Mundial a consecuencia del Tratado de Versalles.
Hitler, por supuesto, también había hecho sus cálculos. De lo que estaba seguro era de que ni los británicos ni los franceses se entusiasmarían con la idea de enviar sus tropas a morir en Polonia. Y Polonia era justamente lo que Hitler tenía en la mira. O por lo menos aquellas partes de Polonia que, luego de la Primera Guerra Mundial, las potencias vencedoras le habían quitado a Alemania en virtud del mismo Tratado de Versalles.
Relativamente pocos días después de su sorprendente discurso del 10 de Marzo, el 3 de Mayo de 1939, Stalin despidió a su Comisario de Relaciones Exteriores, Maxim Litvinov, hijo de una adinerada familia judía de Bialystok, y lo suplantó por el ruso Vyacheslav Molotov, "el mejor funcionario de toda Rusia", según la opinión, en su momento, del propio Lenin. Seguramente Stalin consideró que no era precisamente buena idea enviar a un judío a negociar un acuerdo con Joachim von Ribbentrop, el Ministro de Relaciones Exteriores de Hitler. Así y todo, que Molotov estuviese casado desde 1921 con Polina Zhemchuzhina, hija de un sastre judío de Ucrania, fue no obstante discretamente soslayado por los alemanes en aras de unas más que obvias razones de Estado.
Así las cosas, con Hitler apuntando a expandirse hacia el Este recuperando de paso territorios perdidos y Stalin especulando con anexionarse la mitad de Polonia, el Pacto Ribbentrop-Molotov se firmó el 23 de Agosto de 1939.
A partir de allí los hechos se precipitan. Dos días después de firmarse ese Pacto, polacos e ingleses firmarían un tratado de alianza militar. Siete días después, el 1° de Septiembre de 1939, Alemania y la recientemente creada República Eslovaca invadían Polonia por el Oeste y el Sur.
Dieciséis días después, el 17 de Septiembre, a las tres de la madrugada el gobierno soviético citó al embajador polaco Waclaw Grzybowski para leerle una declaración de Molotov: "El Estado polaco ya no existe (. . .) El Ejército Rojo está cruzando la frontera polaca a fin de ofrecer su ayuda fraternal al pueblo polaco, para liberarlo de la lamentable guerra a la que se vio arrastrado por la ineptitud de sus dirigentes y para ayudarlo a obtener la paz." Mientras estas palabras le eran leídas al embajador, la URSS invadía Polonia por el Este.
Para el 6 de Octubre de 1939, Polonia había dejado de existir otra vez.
A todo esto Occidente se quedó prácticamente de brazos cruzados. Los ingleses, el 3 de Septiembre de 1939 le declararon la guerra a Alemania y anunciaron un bloqueo económico pero, a los efectos prácticos, eso fue todo. Incluso después del 17 de Septiembre, cuando la URSS hizo exactamente lo mismo que Alemania, sencillamente miraron para otro lado y se hicieron los distraídos. Tal como Hitler lo había calculado: ni los ingleses, ni los franceses, salieron a dar la vida por Polonia. El mundo asistió asombrado al espectáculo y, como siempre, la enorme mayoría no entendió nada. Algunos, 73 años después, siguen entender nada.
No obstante, el que entendió fue Stalin. Los hechos claramente indicaban que al Occidente capitalista Polonia le importaba un bledo. Consecuentemente, fiel a su consigna de que "el problema no son las cosas; el problema son las personas", se dedicó a asegurar el territorio polaco ocupado por las tropas soviéticas.
Ya en Septiembre de 1939 los soviéticos comenzaron a deportar los oficiales polacos prisioneros de guerra a Kozelsk, a Ostashkov y a Starobelsk. Las deportaciones culminaron en noviembre y finalizaron a fines de ese mes. Siguiendo expresas órdenes de Stalin, el NKVD "seleccionó" a 15.400 oficiales polacos después de interrogarlos a todos, consignar la extracción social de cada uno y anotar sus opiniones políticas. Además, junto con los militares, los soviéticos hicieron una enorme redada incluyendo a más de 6.000 civiles, intelectuales, sacerdotes, profesionales y políticos de diferentes extracciones. La "lucha de clases" encontró en el procedimiento su expresión práctica en forma fría, burocrática, eficiente y deliberada.
El 5 de Marzo de 1940, por medio de un documento firmado por la más alta jerarquía soviética se ordenó la ejecución de los internados en los campos de concentración. Y los mataron a todos. A la mayoría en los bosques de Katyn, a poca distancia de la ciudad de Smolensk, con el procedimiento favorito del NKVD y más tarde de la KGB: un balazo en la nuca. Hoy, hay 21.768 cadáveres identificados de la masacre de Katyn, a los cuales cabría agregar varios miles más ejecutados en otras partes. En la actualidad los especialistas del tema estiman que el total general de las víctimas, supera los 27.000 entre las cuales, irónicamente, hay que contabilizar casi un millar de judíos. No en vano, al comienzo de la guerra, el general Edward Smigly-Rydzk, Comandante en Jefe del ejército polaco había dicho: "Con los alemanes arriesgamos perder nuestra libertad. Con los rusos perdemos nuestras almas."
El Pacto Ribbentrop-Molotov tuvo una vida bastante efímera. Stalin, en otro giro de 180 grados, decidió ponerse esta vez del lado de los Aliados y en Junio de 1941, los alemanes avanzaron contra la Unión Soviética. En Katyn, los primeros en descubrir las fosas con miles de cadáveres fueron los propios alemanes. En 1943, anunciaron el descubrimiento de una fosa común con más de 4.000 cadáveres que la Cruz Roja, actuando con permiso del gobierno alemán, identificó como pertenecientes a oficiales polacos registrados como desaparecidos durante la ocupación soviética.
No obstante, durante medio siglo, se quiso ocultar la responsabilidad de los soviéticos echándole la culpa a los alemanes por la masacre. Y en esa operación los soviéticos contaron con el apoyo de ingleses, norteamericanos y la enorme mayor parte de la prensa occidental. El gobierno inglés se hizo casi inmediatamente eco de la argumentación soviética y culpó a los alemanes. Cuando ya en Noviembre de 1941 el teniente coronel polaco Szymanski le informó a sus superiores norteamericanos que algo terrible había sucedido con los polacos deportados, el general Strong le respondió secamente que "no se metiera en política" y cajoneó sus informes. Más tarde Roosevelt envió a George Howard Earle a investigar el caso Katyn. Earle lo hizo utilizando contactos búlgaros y rumanos llegando a la conclusión de que el culpable había sido la URSS. No obstante, Roosevelt desechó y suprimió el informe de Earle y cuando Earle le solicitó formalmente permiso para publicar sus resultados, Roosevelt le envió una nota por escrito ordenándole que no lo hiciera. Más aún, en Mayo de 1944 Roosevelt declaró: "Me he convencido completamente de que los culpables son los nazis."
Una "convicción" que sería desmentida por los hechos y por los propios rusos. Durante el Juicio de Nuremberg los soviéticos volvieron al ataque con un informe que acusaba a los alemanes de la muerte de 11.000 militares y civiles polacos. El Tribunal aceptó el informe como "prueba auténtica e indiscutible" el 8 de Agosto de 1945. Sin embargo, tuvieron que sobreseer y dejar caer el caso porque hasta en Nuremberg, en donde todo fue indiscutible, las "auténticas e indiscutibles" pruebas de los soviéticos en relación con Katyn no alcanzaron para condenar a nadie.
Finalmente, en 1989, Gorbachov admitió que había sido el NKVD, por orden de Stalin, el que había realizado las ejecuciones. Durante los años siguientes se descubrieron más fosas comunes, tanto en la zona de Katyn como en un bosque cerca de Kharkov y en Starobielsk. El 13 de Abril de 1990, cincuenta años después de la masacre, Boris Yeltsin oficialmente admitió la responsabilidad de la Unión Soviética en el crimen de Katyn y el 14 de Octubre de 1992, le envió al presidente polaco Lech Walesa los archivos secretos del caso.
Y después vinieron dos décadas durante las cuales de todo esto no se mencionó casi absolutamente nada.
La famosa "memoria" parece no funcionar para hechos como éste. ¿Cuántos de ustedes oyeron hablar de Katyn? ¿Cuántos de ustedes sabían en absoluto acerca de la existencia de Katyn? ¿Cuántos de ustedes sabían lo que realmente sucedió en Katyn? Los polacos lo saben. Lo supieron siempre.
Pero claro. Al Nuevo Orden Mundial no le importa la memoria de los polacos.
Como que tampoco le importa la memoria de otras naciones.
¿No me creen? Pongan la palabra "Holodomor" en una búsqueda de Google y después me cuentan.
Para los polacos Katyn es un símbolo de la política criminosa del sistema soviético dirigida contra la nación polaca. En las relaciones polaco-soviéticas de los años 1917-1991 Katyn constituye un apogeo. La „Masacre de Katyn" es una noción generalizada que se refiere a uno de los lugares utilizados para exterminar a los miembros de la élite dirigente de la sociedad polaca durante la Segunda Guerra Mundial, descubierto antes de los otros: un bosque de Katyn a poca distancia de Smolensk
La Masacre de Katyn es un homicidio alevoso realizado por la Unión Soviética en el que perdieron sus vidas 22 mil ciudadanos polacos, hechos prisioneros de guerra o arrestados tras la invasión del Ejército Rojo en Polonia el 17 de septiembre de 1939. A base de una orden secreta del Buró Político del Comité Central de Partido Comunista de los Bolcheviques de la Unión de 5 de marzo de 1940 se había matado, por medio de disparos en la nuca, cerca de 15 mil de los prisioneros de guerra anteriormente internados en los campos especiales de NKVD en Kozielsk, Ostashkov y Starobielsk y 7 mil presos en las cárceles en las comarcas del oeste de Bielorrusia y Ucrania, es decir anteriores terrenos orientales de Polonia, anexionados en 1939 a la Unión Soviética.
Las víctimas eran sobre todo ciudadanos importantes del estado polaco: oficiales de Fuerzas Armadas Polacas y de policía, funcionarios de administracion pública y representantes de la élite intelectual y cultural de Polonia. Murieron enterrados en tumbas masivas anónimas en por lo menos cinco lugares dentro del territorio de la Unin Soviética. Los prisioneros de tres campos especiales de NKVD fueron transportados por ferrocarril en los meses de abril y mayo de 1940 a los lugares de ejecución: Katyn (campo de Kozielsk), Kalinin (campo de Ostashkov) y Kharkov (campo de Starobielsk). Los asesinados en Kalinin (actualmente Tver) fueron soterrados en Miednoje. Otros, retenidos en los cárceles, fueron ultimados e inhumados en unos lugares ignorados hasta ahora: tan sólo se conoce dos sitios de las anteriores repúblicas soviéticas: Bielorrusa y Ucraniana (Kurapaty cerca de Minsk y Bykivnia cerca de Kiev).
Tras estallido de la guerra nazi-soviética y el establecimiento de las relaciones oficiales entre el gobierno polaco en exilio y el gobierno de la Unión Soviética en verano de 1941, las autoridades de la URSS no habían suministrado a los polacos - a pesar de sus numerosas peticiones - ninguna información relativa a los „desaparecidos". La URSS rompió la alianza en abril 1943 cuando el ejército nazi había descubierto las tumbas masivas en el bosque de Katyn y empleó el descubrimiento para ataques propagandísticos contra la URSS. Las autoridades soviéticas respondieron con la táctica de inculpar a los alemanes con el homicidio de los polacos después de la invasión nazi en aquellos terrenos en 1941. Stalin, con el pretexto de „calumnias contra la URSS" rompió las relaciones con el gobierno polaco en exilio (establecido en Londres).
Durante todo el régimen de la URSS el „asunto de Katyn" fue uno de los secretos guardados con mayor cuidado por el Kremlin. Cuando al final de la Segunda Guerra Mundial, durante los Juicios de Núremberg la Unión Soviética no consiguió inculpar con el crimen a los alemanes (pero al mismo tiempo consiguió evitar el juicio contra las culpas de la URSS), las autoridades soviéticas adoptaron, en contradicción con los hechos, la postura de „negacionismo de Katyn": la URSS no tiene nada que ver con el genocidio de los oficiales polacos, toda la responsabilidad la tiene el régimen fascista alemán.
La Masacre de Katyn no había sido un acontecimiento único o excepcional. Fue una consecuencia de diferencias entre los regímenes políticos, la intención soviética de crear un estado gobernado por el ploretariado mundial y la hostilidad creciente entre la Rusia soviética y las autoridades polacas de anteguerra. Cuando debido a la victoria polaca en la guerra entre Polonia y Rusia bolchevica en 1920, la Unión Soviética tuvo que abandonar su idea de exportar la revolución al Oeste para muchos años y el mismo Stalin fue sometido a crítica por sus errores significantes cometidos en el frente polaco, las autoridades soviéticas consideraron su veciono occidental el enemigo principal. Durante la Gran Purga en los años 1937-1938, realizada con el fin de pacificar la rebelión antibolchevica latente en todo el territorio de Rusia, los soviéticos destruyeron con un encarnizamiento especial a los círculos polacos en su país. En aquel entonces habían sido matados con un balazo en la nuca más de 70 mil polacos (ciudadanos de la Unión Soviética). El diez por ciento de las víctimas de la Gran Purga tenían relaciones con Polonia. Fue en aquel entonces cuando la URSS elaboró la tecnología de exterminaciones masivas.
Cuando en septiembre 1939 Stalin, tras establecer la alianza con Hitler, atacó a Polonia invadida por los nazis, uno de sus propósitos fue destruir el estado polaco. Desde los primeros momentos de la agresión, los soviéticos aislaban consecuentemente (o asesinaban de una vez) a las personas consideradas representantes del grupo directivo del estado que se pretendía destruir, especialmente el cuerpo de oficiales de las fuerzas armadas. Se puede asumir que las autoridades soviéticas habían planeado de antemano la eliminación sistémica de los élites, de la misma manera que lo habían hecho los nazis en su parte del territorio ocupado en Polonia. En el caso de aquellos arrestados o prisioneros, las autoridades soviéticas nunca han aplicado o respetado las reglas del derecho internacional y por esto luego se obstinaron a divulgar su versión mentirosa.
Habiendo roto las relaciones con Polonia en 1943 y ocupado sus terrenos en los años 1944-1945, la Unión Soviética siguió controlando hasta los años 80 el país subordinado, administrado por gobiernos títere supeditados al imperio comunista. En aquel período las demandas de la verdad sobre Katyn fueron tratadas como un acto de hostilidad no sólo contra la URSS sino también contra la República Popular de Polonia. La Polonia de posquerra fue involucrada en el „negacionismo de Katyn"
Tras los cambios sistémicos en todo el bloque soviético (en los años 1989-1991), la necesidad de esclarecer la verdad sobre „Katyn" apareció también por parte de los rusos. Muchos rusos ayudaron en investigar la verdad sobre la masacre. En los años 1990-1992 se había revelado los documentos principales sobre Katyn, incluyendo la orden del Buró Político del del Comité Central de Partido Comunista de los Bolcheviques de 5 de marzo de 1940 firmado, entre otros, por Stalin. En agosto de 1993 el grupo de historiadores rusos preparó en Moscú un informe pericial exhaustivo que presentó honestamente el transcurso de la masacre y la historia de su negacionismo posterior.
Nunca se ha logrado juzgar a los culpables de esta crimen, aunque son conocidos los que tomaron la decisión para realizarlo y también más de cien ejecutores (se había divulgado la lista de los premiados por la acción llamada „descarga de los campos"). Sin embargo, la investigación llevada a cabo en Rusia fue suspendida y las autoridades rusas se niegan a comentar sobre el asunto. Nadie ha sido y ya no será condenado en relación con el homicidio.
La masacre fue conmemorada con tres cementerios edificados por los polacos: en Katyn, Miednoje y Kharkov, dónde cada uno de casi 15 mil prisioneros polacos está mencionado por su nombre. Esta huella material constituye una excepción entre muchos lugares de entierro anónimo masivo que han dejado las atrocidades del régimen soviético.
Zbigniew Gluza
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Ray Cowdery, Katyn: A Documentary Account of the Evidence, Victory WW2 Publishing Ltd., 1995. ISBN: 0910667438
Franz Kadell, Die Katyn-Lüge. Geschichte einer Manipulation. Fakten, Dokumente und Zeugen, Munich: Herbig, 1991. ISBN: 3776616768
Gerd Kaiser, Katyn: das Staatsverbrechen, das Staatsgeheimnis („Katyń - zbrodnia i tajemnica państwowa"), Berlín: Aufbau Taschenbuch, 2002. ISBN: 3746680786
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Wojciech Materski, Anna M. Cienciala, Natalia S. Lebedeva, Katyn: A Crime Without Punishment (Annals of Communism Series), Yale University Press, 2008. ISBN: 978-0300108514.
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http://katyncrime.pl